jueves, 11 de noviembre de 2010

Crónica de un viaje a México

Régimen de a pie

Texto: Lorena Bou Linhares
Fotos: Aymara Arreaza R.
(Enviado desde Barcelona, España.
Especial para Textos en su tinta)


En México para saciar el hambre basta con detenerse en la acera. Como en muchos otros países de Latinoamérica, pero en una dimensión mayor, la comida se guisa y se degusta en la calle. Engullida a paso de transeúnte, la llamada “dieta T” (tortillas, tacos, tamales y tortas) tiene como particularidad no sólo la presencia del maíz, los chiles y los frijoles, sino su instalación en la vía pública. La mezcla de ingredientes y las múltiples formas en las que un mismo alimento puede comerse van a ritmo del caminante que sacia sus antojos al pasar. Confeccionado de esta manera, en México el estómago no tiene horario: a cada paso el mexicano le rinde culto a su comida.



Estas fotos son una muestra del recorrido gastronómico que ofrece la calle. Ir a México y no comer en los puestos ambulantes –incluso a riesgo de cualquier malestar– es perderse la experiencia de compartir una comida rápida sincronizada con el smog, los cláxones y la muchedumbre. La atmósfera de olores y sabores junto con el gentío, el ruido y la contaminación se palpa sobre todo en el DF, pero se repite también (en menor grado y por suerte con más oxígeno) en muchas otras ciudades mexicanas. No importa si es en una plaza o una avenida, lo común es que allí se vendan y saboreen alimentos dulces, picantes y salados.


Si la comida es la gran protagonista no es azaroso que el quehacer culinario se convierta en ofrenda a la Virgen de Guadalupe. En estas imágenes la camarera se dispone a llevar la bandeja a un lugar que no vemos. Puede que haya sillas o no, puede que el lugar esté techado o al descubierto; en cualquier caso, en México la comida se sirve en casas y restaurantes, pero abunda a la vuelta de la esquina.

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