lunes, 20 de junio de 2011

Desde Madrid

Historia de un pollo
Marco Tulio Socorro
De su extraordinario blog Blungún



Tú metes esto en un guión que no sea de comedia y te queda forzado, rebuscado y poco creíble.
Este señor ha estado todo el invierno arreando viandantes hacia un nuevo restaurante de pollos. El otro día, al pasar por esa esquina, me llamó la atención su acento.
- Oye, pollo, pero tú eres de Caracas.
- Sí, panita, de Lídice.
Es inevitable preguntar cómo es que un señor de Lídice acaba haciendo de pollo en una esquina de Madrid. Y me cuenta una de esas historias en las que de un día para otro la vida se pone patas arriba en absolutamente todos los frentes: divorcio, crisis de salud, crisis de los 50 años, desempleo y un país que se va a la mierda.
- Teniendo el pasaporte europeo, que me corresponde por mi madre, no me iba a quedar llorando en Caracas, y menos estando el cabecebola este en el gobierno. Cuando esto pase yo vuelvo, con los reales que estoy ahorrando aquí.
- Ya, pero ¿cómo paraste en pollo?
-Bueno, porque pasé, vi lo del restaurante y tal. Entré, hablé con el tipo y le planteé la idea.
- Ya va, ¿o sea, que lo del disfraz de pollo fue idea tuya? ¿Tú convenciste al dueño del restaurante de la conveniencia de poner a un tipo disfrazado de pollo en esta esquina?
- Claro. Y la idea ha funcionado ¿oíste? El traje lo compré en una tienda de disfraces en La Latina. Yo no me iba a dejar morir, mi pana. Ya te dije que yo soy de Lídice, además tengo un chamo, no me puedo rendir.


Ahora ya no lleva el traje de pollo. Va de civil y es el mejor relacionista público que pueda soñar un restaurante.
En este caso está muy claro que antes fue un par de huevos y luego el pollo.

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